LEMA

"En cada encuentro, en cada texto, nos vamos palabreando sin prisa, con verdad y con voz propia."

Relato de Navidad de una de las alumnas del nivel 1

La alumna del nivel I de relatos, Claudia Strauss, nos regala para finalizar el año este maravilloso relato navideño con un toque muy personal.

El primer párrafo del relato pertenece al último, de la página 27 del relato, Con los ojos del alma, publicado en mi libro, Mujeres. A partir de ahí, la alumna creará un relato de Navidad, que nada tiene que ver con el tema del mío.

Esto es uno de los ejercicios que practicamos en los talleres. Y se crean historias fantásticas como estas:

Fiestas a solas

 


El sonido la sobresaltó. Por unos segundos no supo dónde estaba y su casa de repente se convirtió en una inmensa jungla de plantas verdes y árboles enmarañados que se reían de ella.

Tuvo dificultades para despabilarse. Se había dormido en la hamaca ubicada en el jardín. Se detuvo para pensar dónde estaba, qué día y qué hora era. Hacía mucho tiempo que no se había dormido así de profundo.

Miró su reloj y comprobó que era la una de la tarde y recordó que solo faltaban unas horas para Navidad. Se sentía muy reconfortada, había recuperado buena parte de su sueño. 

Todo empezó cuando Sylvina vio una pequeña caja en el escritorio de su marido. Sin pensarlo lo abrió, había unos pendientes de plata y diamantes en forma de un copo de nieve. Nunca en sus años de casados, Sylvina había recibido un regalo de este tipo de su esposo, siempre le regalaba algo para la cocina o para la casa.

Este descubrimiento fue el principio del fin. Ya se lo veía venir. Pero el sentimiento de indignación se convirtió en alivio. Este era un paso a la libertad. Lo que siguió fue el divorcio, la venta de la casa y la mudanza a la finca que había heredado de sus padres, todo en el mismo año. Es como si se hubiese quitado un peso de encima. Estas navidades pensaba pasarlas sola. Sin el estrés de preocuparse de la comida y de los invitados. La única invitada iba a ser ella. 

Cuando se recobró no supo, en un principio, con qué relacionar el sonido. “¿Habrá sido la puerta?” Se preguntó. Se sentía muy alterada. Eso le pasaba cuando no sabía relacionar una cosa con la otra. Dio un salto y se encontró descalza sobre la terracota del patio. Se dirigió al interior de la casa. Titubeó un segundo antes de abrir la puerta de entrada. Abrió y no vio persona alguna. Se puso de puntillas para mirar a un lado y a otro. Dio un paso hacia adelante y se tropezó con una caja.

“¿Y eso?”

Lo primero que miró fue el destinatario. Sí, llevaba el nombre de ella. Remitente, no tenía. Se pasó la mano derecha por la boca como esforzándose a pensar, todavía no tenía la mente muy clara. En el primer momento no sabía si entrar la caja o no. Le venció la curiosidad y la llevó hacia adentro. La abrió y vio un contenido inesperado. En su interior se encontraba toda clase de comida: bebidas, charcutería, dulces y conservas. Parecía que alguien tenía muchas ganas de hacer regalos.

A las cinco de la tarde, alguien llamó a la puerta.

“¿No era que yo quería pasar las fiestas sola?” Abrió y vio a su exvecina, María, en el escalón de la entrada con una maleta. Habían sido muy buenas amigas hasta que ella se mudó y no volvieron a tener contacto. La iba a llamar en algún momento pero no sentía la necesidad todavía.

—Hola, Sylvi, ¡qué alegría verte de nuevo!

—Y… tú ¿qué haces aquí? —le preguntó con una ceja levantada y dando un paso hacia atrás.

—¿Has recibido el paquete que te mandé? —le dijo sin hacer caso a la pregunta anterior.

Sí.

—¡Qué bien! —le contestó con una sonrisa más dulce que la miel de su pote.

—¡Ajá! ¿No me digas que tú me mandaste todo esto?

Sí, no quería que pasaras las fiestas sin mí después de tanto tiempo sin vernos. Con todo esto nos hacemos un festín y vengo a quedarme contigo. —María entró sin pedir permiso y se fue hacia la cocina.

Sylvina no sabía cómo salir de su asombro. Si algo deseaba era pasar las fiestas a solas en su refugio. No pensaba invitar a nadie.

Media hora más tarde, sonó el timbre de nuevo.

 "¿Y ahora quién será?" 

Abrió la puerta y vio a Carlota ante ella, su amiga de la infancia, que además de la maleta traía consigo dos bolsos repletos.

—¡Hola, corazón! Pensé que me necesitabas para pasar las fiestas juntas. Hice un gran sacrificio para venir a verte. ¡Qué pálida te ves! Te voy a cocinar una sopa de gallina —le dijo mientras le daba un pellizco en la mejilla. Y entró sin mirar atrás.

“¡Oh, no!” exclamó Sylvina para sus adentros, no  solo por la visita de Carlota si no por la sopa de gallina. Y dio un respiro profundo.

Yo no te esperaba para nada. Estoy bien, bueeeno… Hasta hace un momento.

Carlota ni siquiera escuchó la respuesta y le dijo:

Ayúdame con los bolsos, por favor, traje de todo. ¡Así, cocinamos algo rico y pasaremos unas Navidades estupendas!

"Si lo dices tú" pensó con los ojos en blanco.

Sylvina mostró a Carlota dónde podía pasar la noche, cuando el timbre sonó otra vez.

¿Ahora quién será?”

Bajó las escaleras, se dirigió a la puerta, abrió y se encontró con Paula, su prima. Iba cargada de bolsos y una maleta.

Hola, mi querida Sylvina, pensé hacerte compañía porque sé cómo se siente una en estas fiestas tan sola, porque como tú sabes también me separé hace un año.

Hola, Paula le dijo de mala gana.

Pero ¿qué te pasa, mi querida Sylvina? ¿No te alegras al verme? Tendrías que estar agradecida porque vengo a hacerte compañía, en vez de pasar las fiestas con las tías.

Eeem… entra. Lo único que vas a tener que dormir en el sofá, porque ya tengo las habitaciones ocupadas.

—¡Oh! Yo me imaginaba que ibas a estar sola.

No, no eres la única que pensó en hacerme compañía.

Sylvina no tuvo otra opción que olvidarse de su plan de pasar las fiestas a solas. Lo único bueno era que  no iba a tener que hacer la comida. Las visitas estaban obsesionadas con preparar la comida de Navidad.

Después de las presentaciones, sus “invitadas” comenzaron a vaciar las bolsas, sacar cacerolas de los armarios y, entre risas y copitas de vino dulce, decidieron el menú. Sylvina las observaba desde el umbral de la puerta, como si no fuera una escena real, como si estuviera viendo una película de Netflix.

Una vez preparada la mesa y todas acicaladas de fiesta, se sentaron a las nueve de la noche para cenar. Sylvina seguía sin intervenir en las conversaciones hasta que le llamó la atención algo de María.

Oye, ¡qué bonitos tus pendientes!

Gracias contestó sonrojada su exvecina.

Sylvina no se quedó tranquila, porque eran los mismos pendientes que ella había visto en la pequeña caja, en el escritorio de su exmarido, hacía un año.

A mí me parece que la carne tiene mucha sal comentó Carlota

A mí me parece perfecta  —replicó Paula. —Yo siempre la hago así. A quién no le guste que no la coma. 

El ambiente estaba tenso. Una, porque Sylvina tenía su sospecha y otra, porque Carlota y Paula no se llevaban muy bien.

A la hora de los postres, la situación se tornó más tensa todavía.

—Oye, Carlota, yo creo que le pusiste mucho café al tiramisú. —Recriminó Paula.

—No hay nada que reclamar, ¡está para disfrutarlo sin fin! —le contestó Carlota con ironía.

Ni María, ni Sylvina intervinieron en la discusión. Sylvina observaba a María en silencio. Esta se sentía incómoda todo el tiempo, porque se dio cuenta que no dejaba de mirar los pendientes y no pudo probar casi ningún bocado.

—Sé quién te regalo estos pendientes, María —le dijo con firmeza.

—Lo siento mucho Sylvina, yo no quería que pasara eso.

—¡Sí, pero pasó! ¿Qué clase de amiga eres?

Y se produjo un silencio que se podía cortar con el mismo cuchillo del pavo.

—Lo siento mucho Sylvina, pero ya no estamos juntos.

—¡A mí que me importa ya! Entonces, me necesitaste para no pasar sola las navidades, ¿no?

—Pero… no… Sylvina, escucha ... yo siempre quise contar… 

Se levantó de la mesa y la dejó hablando sola. Esto fue el principio de una bola de nieve. Carlota y Paula, al instante, retomaron su discusión.

—Yo te dije que pusieras más …

—Siempre me ha salido bien así. Nunca nadie se …

—Es que tu no tienes ni idea como preparar …

—¡Me estas ofendiendo…!

—Y tú a mí. No tengo la necesidad de pasar las ….

—¡Me voy!

—¡No, me voy yo!

Sylvina escuchó a medias la pelea de ambas. En ese momento, se alejó. Se volvió a su hamaca en el patio. La temperatura de esa noche invitaba a estar afuera para disfrutar de las estrellas. Sonaron tres portazos seguidos y volvió el silencio. Antes de cerrar los ojos observó varias estrellas fugaces.

Cuando se despertó miró a las plantas y los árboles. Esta vez no se burlaban de ella, sino que mientras jugaban con los primeros rayos del sol, le sonreían.

“Feliz Navidad, Sylvina” se dijo a sí misma, satisfecha.

¡FELIZ NAVIDAD!

En esta época tan especial, quiero desear a todos los participantes de Palabreando, taller de escritura y Palabreando, talleres de formación, una Feliz Navidad llena de alegría, paz y momentos inolvidables.




Que el espíritu navideño llene vuestros corazones de amor, esperanza y creatividad. Que este nuevo año que se acerca esté lleno de éxitos y nuevas oportunidades para seguir explorando el fascinante mundo de las palabras y la escritura.

¡Felices fiestas!



Relato cooperativo por las alumnas del nivel 2

Vamos terminando el año y mis alumnos y alumnas del nivel 2 de creación de relatos han realizado un ejercicio de creación de un relato de forma cooperativa.

Aprender es algo que los alumnos hacen, y no algo que se les hace a ellos. El aprendizaje no es un encuentro deportivo al que uno puede asistir como espectador. Requiere la participación directa y activa de los estudiantes. Al igual que los alpinistas, los alumnos escalan más fácilmente las cimas del aprendizaje cuando lo hacen formando parte de un equipo cooperativo. 

El aprendizaje cooperativo es el empleo didáctico de grupos reducidos en los que los alumnos trabajan juntos para maximizar su propio aprendizaje y el de los demás. Este método contrasta con el aprendizaje competitivo, en el que cada alumno trabaja en contra de los demás para alcanzar objetivos tales como una calificación de “10” que sólo uno o algunos pueden obtener, y con el aprendizaje individualista, en el que los estudiantes trabajan por su cuenta para lograr metas de aprendizaje desvinculadas de las de los demás alumnos.

Si a ello le sumamos el esfuerzo e implicación, el uso de las tecnologías y el fomento del espíritu de respeto y valoración crítica tanto del trabajo propio como ajeno, nos encontramos con una propuesta sencilla, completa y muy enriquecedora.

Espero lo disfrutéis tanto como lo he hecho yo. Se admiten comentarios.



RELATO COOPERATIVO

Puente sobre aguas turbulentas

(Nuria Ruiz. Tutora. Fragmento del relato, Rita y el agarponi, del libro Mujeres.)

Ahora, las ventanas gimen suspiros por los resquicios, las paredes congelan las sombras del pasado, la cama es un mausoleo frío como invierno en un cementerio y Rita llora, muy bajito en un rincón, sentada en el suelo con el trozo de papel amarillento entre sus dedos.

(Juan Antonio Almanado)

Levanta la cabeza, contempla el techo con la mirada perdida y rememora los momentos felices con ella. Momentos que le provocan un incisivo dolor en el pecho.

Andrea… sabes… que… te amo… por encima de todo”. Rita habla a solas con la voz rota, como si ella pudiera escucharla desde algún lugar. Mientras, la imagina recostada sobre la almohada, con el pelo revuelto, la sonrisa abierta y sus manos suaves acariciándole el rostro. “¡Cuánto te echo de menos!”. Suspira profundo y, con los ojos aún vidriosos, se dispone a releer por enésima vez. Es todo cuanto le queda de ella y le hace sentir más cerca, a pesar de las luces y las sombras que entraña la manoseada carta.


Mi amada Rita:

Quiero que sepas que he sido muy feliz junto a ti, me has ofrecido tanta pasión, tanta felicidad, tantos cuidados que, aunque viviera mil años, jamás podría resarcirte. Sabes que te quiero más que a nada, ni a nadie en el mundo y eso nunca cambiará. Sin embargo, es el momento de decirnos adiós. Ojalá nunca hubiese necesitado escribir estas palabras de despedida, pero la vida no siempre baila al son de nuestros corazones. Me gustaría las atesores con cariño para que nuestro amor quede   por siempre grabado en el recuerdo. Te suplico que cumplas mis últimos deseos: Por favor no estés triste, allí donde me dirijo seguro que me tratarán bien. Rehaz tu vida lo antes posible y se feliz, porque tu felicidad será la mía…


La mente, la garganta y los pulmones de Rita requieren aire para poder continuar, se detiene unos segundos y respira hondo.

“Jamás podré amar a alguien cómo te he amado”. Vuelve a hablarle al viento, convencida de que Andrea la escucha. Le es imposible sujetar esa última lágrima tan amarga como la pena que le atormenta y, al resbalar por sus mejillas, cae sobre las letras desdibujando la palabra amor.

 (Mar Navarro)

Rita no para de darle vueltas a la cabeza, Andrea había sido su único y verdadero amor. Mientras se seca las lágrimas aprieta los puños, recuerda los momentos que pasaron juntas y lo que provocó su ruptura. El teléfono suena de fondo…

 

La situación se volvió fría entre ambas cuando la madre de Andrea cayó enferma y tuvo que volver al pueblo para cuidarla.  Ella sufrió porque no aceptaban su condición sexual, por las críticas y habladurías de la gente del entorno y por no comprenderla. Llevaron al límite a Andrea, que con catorce años, hicieron que su cabeza se desequilibrara. Su tía la entendía y se la llevó a vivir a la ciudad. Fue un pilar importante para ella.

No quería abandonar a su madre, aunque había sido cruel con ella toda su vida. La humillaba ante cualquiera con frases como: “No vales para nada”, “eres un despojo”, “tú eres una mujer y vistes como un hombre”…

A sus cincuenta años ya se sentía libre y sin perjuicios. Pero al reencontrarse con su madre, se desató de nuevo la locura.

(Maribel Sánchez)

Cuando Andrea llegó al pueblo a cuidar a la madre, comprobó que el tiempo permanecía congelado en el reloj del antiguo campanario. Comenzaron de nuevo las miradas despectivas, los desaires y las críticas feroces.

A pesar de ser una mujer madura en apariencia, dentro encerraba  a una niña herida, indefensa, rechazada por su propia familia y por todo el pueblo. Recordó que fueron varios los intentos de suicidio en aquella época.

—Me dijo tu tía Paca que allí vivías con esa mujer —dijo su madre devolviéndola a la realidad.

—¿Otra vez estamos con la misma monserga?

—Es que esa enfermedad tuya la curan en la capital.

—¿Pero de qué enfermedad hablas, mamá? —preguntó airada.

Ya intentaron curarla de esa supuesta dolencia cuando tenía catorce años, primero la llevaron a un psiquiatra que la atiborró de pastillas. Sus inclinaciones sexuales persistían, así que la llevaron a una curandera e intentaron sacarle el demonio del cuerpo. Le realizaron ceremonias extrañas, la obligaron a beber muchos brebajes y aguantó desolada que su familia la considerasen una aberración. Ese trato vejatorio le provocó crisis de ansiedad y la  llevó al primer intento de suicidio.

Se sentía culpable, sucia e impotente y ahora, en su madurez, volvían aquellas sensaciones, retumbaban en su cabeza los antiguos comentarios de su madre: “Eres una marimacho”, “estamos en boca de la gente por tu culpa”, “el mismo Satán se apoderó de ti”…

Comenzó a andar sin rumbo por las callejuelas, su vida era una penosa espiral descendente que no parecía tener fondo. Con Rita se sentía especial, amada y una mujer normal. Aun así le escribió una carta de despedida. La llevó al correo. Se rindió, no tenía fuerzas para continuar su lucha, sin ella su vida no tenía sentido. Seducida de nuevo por la muerte se dirigió con firmeza a los acantilados.

La luz del crepúsculo bañaba el mar. Los golpes sordos y acelerados de su corazón martilleaban sus costillas, el sudor corría por su espalda, empapada por el miedo y la adrenalina. Se sentó y se puso sus auriculares. Comenzó a sonar “Puente sobre aguas turbulentas”, con dolor repetía algunos trozos, con la voz quebrada por la emoción: “Si alguna lágrima entristece tu sonrisa y tus ooojos, si te faaaalta paaaz, cruuuza el pueeente sobre aguas turbulentas y la encooontraaarás… Si te falta aaamor, si el doloooor te ahoga el alma y apenas puedes respiraaaaar, cruza el puente …”

La noche latía como un organismo vivo. Las olas embestían con ritmo las rocas, el olor a salitre penetró por sus fosas nasales, respiró hondo, dio un paso hacia ese puente imaginario y se lanzó. Notó una sensación de ahogo, para segundos después sentirse liberada. Un golpe seco. No hubo dolor, solo oscuridad helada, pero poco a poco comenzó a vislumbrar una luz que cobraba intensidad hasta volverse cegadora. Notó una mano cálida, la cara difusa de un ángel, ruidos muy lejanos…

 

—¡Mi amor, despierta!  ¡Estoy aquí! —dice Rita que había llegado tras recibir la llamada de teléfono.

Andrea reconoce la voz y con torpeza intenta dibujar una sonrisa.

—¡Oiga! ¡Me ha sonreído!

—Lleva unas semanas en coma, seguramente sean movimientos involuntarios —responde la enfermera.

—¡Que no, que me ha mirado! ¡Apriétame la mano, Andrea!

—¡Déjala  tranquila! Poco podemos hacer por ella ya, solo estar a su lado —contesta la madre con un rosario entre las manos.

Andrea obedece, aprieta y pronuncia algo ininteligible. Rita se inclina y pone el oído cerca de su boca. Entonces, Andrea cruza, valiente, ese puente sobre las aguas turbulentas del miedo al rechazo, a las críticas y a su madre.

Y, con total nitidez, dice: ”Te quiero, Rita”, ante la mirada atónita de su madre.

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