Os presento la maravillosa prosa poética que la alumna sanroqueña, Pilar Fdez. de Torres del nivel 2 del taller de escritura Palabreando, ha realizado.
Es una prosa poética que lleva implícito en cada uno de sus renglones la tristeza, una de las emociones que estamos trabajando en el taller.
En el nivel 2, trabajamos cómo describir y hacer visible en un relato todas las emociones que conocemos (sorpresa, ira, felicidad, miedo, vergüenza...) en un relato de ficción, con su presentación, nudo y desenlace, sin llegar a nombrarlas.
Aunque en esta ocasión la alumna se ha atrevido con una prosa poética que ha resultado ser perfecta.
Sin que aparezca el sustantivo
tristeza, se percibe en cada palabra la armonía y los recursos de la lírica y en la prosa, la tensión necesaria para conseguir conmover al lector.
Merecía la pena compartirla con todos vosotros.
Espero que lo disfrutéis y si os gusta, también podéis hacer comentarios al final del post.
EL TÉ ME SABE A SAL
Miraba hacia atrás y veía las
huellas que se marcaban a cada paso que daba. El viento borraba las primeras y
las segundas hasta que no quedaban ni rastro de ellas, pero yo sabía que
mientras hubiera barro en mi camino, mis andares marcarían mi destino para no
perderme.
Delante de mí, a lo lejos, veía el
horizonte, inmenso, claro, omnipresente. Un largo camino me quedaba por recorrer,
aun así, era consciente que lo lograría.
Hace años que mi padre desplegó sus
alas y voló hacia lo más alto, sin embargo, todavía hoy el té me sabe a sal.
Siento nostalgia y sé que eso no me
ayuda para conseguir la paz que deseo. Atravesar este aro de fuego es imposible
sin quemarme. Me duele estas heridas que no quieren cicatrizar. Niegan
endurecerse. La tristeza me embarga.
Las piedras pesan, el aire no, y yo
me debo a los dos para flotar o descansar.
Mi infancia fue bonita, mi juventud
no lo fue tanto. Me faltaba ese fragmento, ese acorde, esa esencia que da
musicalidad a una canción. Me faltaba un pedazo de mí, pequeñito, pero nada
insignificante.
Hoy, con esta edad ya madura, me
siento revolotear como cualquier mariposa, que vuela sin descanso, atravesando
montañas, lagos y ríos, y lo hace sin hacer ruido, solo con sus cinco sentidos.
Sabe que el ángel blanco en la nube más alta la espera paciente, entre rayos de
colores y canciones celestiales. Él lo sabe. Mientras, avanzo lentamente en
la tierra, impregnándome del aroma de las flores.
Estrella azul, por favor te pido,
que este dolor que aprisiona mi pecho lo hagas desaparecer, que liberes mis
sentidos de este mal que me aqueja, que este llanto silencioso que encarcela mi alma, fluya como la corriente más caudalosa y riegue a su paso cada rincón
marchito.
Canciones de cunas, abrazos de fuertes brazos, besos de buenas noches, mi mano aferrada a la tuya, caballito
sobre tus rodillas, tu mano en mi hombro. Sigo siendo ese microbio para ti, no
lo olvido.