Los Almuerzos Literarios se hacen eco en los medios de comunicación.
Talleres de escritura creativa y Servicios editoriales: Poesía, relatos y novelas. Edición y publicación. Concursos literarios. Corrección de textos, ortografía y estilo. Acompañamiento en el proceso de creación hasta la publicación de forma individualizada. Terapia de Escritura de Diario. TE AYUDO A CUMPLIR EL SUEÑO DE CREAR HISTORIAS y PUBLICARLAS.
LEMA
PERSONAJES CON ALMA Taller de creación de personajes
📚 Porque los personajes no se inventan… se descubren.
Durante tres meses de escritura creativa, aprenderás a construir personajes con alma, complejos, únicos, inolvidables. De esos que respiran en la página y se quedan a vivir en quien los lee.
👤 Imparte: Nuria Ruiz Fernández, escritora, periodista y correctora
✍️ Organiza: Palabreando, Taller de Escritura
💻 Modalidad online: 4 sesiones al mes por Zoom (total 12 sesiones) Todos los jueves a las 6 de la tarde.
🗓 Fechas: Julio, agosto y septiembre
🎓 Incluye diploma final y posibilidad de un librito con los mejores relatos, de regalo
📌 Inscripciones hasta el 20 de junio
Precio: 40€/mes, reserva de plaza: 10€ pago único.
XIV Almuerzo Literario: cuando escribir también es abrazar
El pasado sábado viví, una vez más, uno de esos días que hacen que todo cobre sentido. Celebramos el XIV Almuerzo Literario de Palabreando, los talleres de escritura que tengo el privilegio de coordinar, una vez más en el encantador Restaurante Fresco de Sotogrande, con la colaboración de Puerto Sotogrande, que siempre apuesta por la cultura en movimiento
Vinieron desde Estepona, La Línea, San Martín del Tesorillo, Manilva y Algeciras, y no solo desde distintos rincones del Campo de Gibraltar, sino también de otras partes del mundo: Alemania, México y, por supuesto, España. Una torre de Babel literaria, reunida alrededor de las palabras.
Creamos marcapáginas, decoramos tarros de los deseos, escribimos desde lo más hondo, lloramos, reímos, bailamos y compartimos lecturas propias con generosidad y entrega. Porque en estos almuerzos, escribir no es competir, sino compartir. Por supuesto, al final hubo entrega de diplomas y la creación de un Cadáver Exquisito que es el broche de oro de este evento.
Durante todo el evento fui desgranando la vida y obra de las tres escritoras que daban nombre al evento: Rosalía de Castro, Carmen Martín Gaite y Ana María Matute, ante la atenta mirada de mis invistas e invitado.
El bolígrafo
Estuve mucho tiempo en la papelería de doña Rosita , hasta que vino aquel chico de los recados y me llevó junto a tres paquetes de folios, cuatro cajas de lápices y los recambios de plumas de don Rafael. Viajamos mis hermanos bolígrafos y yo en una cajita marrón.
Me pusieron en el mostrador del banco del pueblo, era muy aburrido. Me ataron para que nadie me llevase y pasaba toda la mañana con las firmas. Un día la cuerda se soltó y una chica pelirroja me guardó en su bolso. Me hacía escribir en su diario de adolescente todos los días. No paraba.
Me abandonó en el parque de las acacias una tarde que estaba muy triste.
Ahora voy con un autor de libros de autoayuda firmando sin parar. Viajo mucho, pero estoy muy cansado.
Ojalá mi próximo destino sea un poeta.
El mar
Rayos violetas rozando la espuma,
la tarde vence a la mañana.
Naranjas en el horizonte
calma en la playa.
Tumbada, rendida, ofrecida
en un altar de conchas y de algas
La tarde vence a la tarde.
La luna asoma callada.
Claudia Strauss, alemana, residente en Manilva:
La Maseta
Ese mismo día, me echaron tierra de una bolsa en la cual quedaba menos de la mitad. Ella le dijo al hombre, que estaba observando con la pipa en la mano, —tenemos que comprar otra bolsa de sustrato, esto no alcanza.
Esperé y esperé, pero los días pasaban y no pasaba nada por un buen tiempo.
Por fin llegó el día, en que ella apareció con una bolsa de sustrato en el jardín.
─Me da pena usar esa maseta tan bonita para esta planta. Vamos a comprar otra planta que combine bien con esa maceta de cerámica─le dijo ella al hombre de la pipa.
Volví a pasar a la lista de espera.
Mientras esperaba, apareció un gato, un siamés, según me contaron las otras macetas. Se acercó a mí, me olfateó y luego dio vueltas a mi alrededor acariciándome.
Me hacía cosquillas, me reía como no lo hacía desde hacía tiempo. Luego saltó a mi borde y empezó a hacer movimientos extraños, se alejó de un salto y, en ese mismo instante, salió un olor nauseabundo que me descompuso. No sabía lo que había pasado hasta que ella dijo:—A mí me parece que Ares usó la meseta más bonita que tenemos en el jardin de arenero.
Cuando lo escuché, me partí en dos de enfado.
Ahora vivo en un rincón del jardín. Aún no me han llevado a la basura porque se olvidaron de que estoy detrás de una hortensia destrozado.
El mar
El mar, la mar, una llanura cuando está de buenas, donde los barcos son perlas flotantes y como don Quijotes de la Mancha, se enfrentan a sus mástiles cuando está de malas. El mar, ese líquido amniótico que envuelve los cuerpos que se atreven a zambullirse en sus aguas cristalinas, verdosas, azuladas o turquesas.
Personalizado el cuadro de, El matrimonio Arnolfini
Uy, uy, ese que me observa, ese sí, el que señala con el dedo, ¡No me señales hombre! Un poco de respeto, al menos por la embarazada. Esa expresión me gusta más. Hablan de los colores verdes brillante de nuestros ropajes y... ya era hora, se han dado cuenta que llevo grabada la fecha de mi nacimiento, mi creación: año 1434. Uff, que mayor soy ya, han pasado algunos siglos, pero estoy igual de joven, ¡Que bien me conservo!
Isabel Durán, de La Línea de la Concepción:
El mar
Llevaba meses sin ver el mar.
Cuando iba en automóvil mirando las extensas llanuras y los cultivos cubiertos de plásticos destellantes por el sol parecía que allí estaba cubriéndolo todo.
Era una necesidad imperativa ir a visitarlo; la impaciencia me inundaba y hasta me provocaba ansiedad. Echaba en falta su olor, la brisa, el salpicar de las olas , el pelo encrespado por el levante y el cuerpo cubierto de salitre y humedad.
A veces "amigo" cuando está en calma; otras "enemigo" cuando se le antoja devolver seres inertes a la orilla.
Te da paz...serenidad...no hay nada más bello que ver el sol escondiéndose detrás del mar.
Banco de corcho
Mi mejor momento del día es cuando Ana me coge de la casa y me introduce en el maletero del coche. Mi utilidad está próxima; mi uso hace feliz a muchas personas que solicitan los servicios de mi dueña. Ella me trata bien, me acaricia todos los días y me quita la suciedad que me va cayendo cuando no me utiliza. Me eligió porque estoy hecho de un material cómodo y flexible y mi altura es perfecta para que ella se siente.
Cuando vamos a las viviendas de nuestras clientas todas me piropean y exclaman ¡ qué bonito es ! Así que me encanta viajar en el coche; conozco a un montón de gente y veo como las caritas de dolor se transforman en felicidad con los tratamientos que Ana les hace en sus pies.
Sin duda, soy el mejor accesorio para hacer feliz a muchas personas pues la salud de nuestros pies tiene más importancia de lo que imaginamos pues están relacionados con todos nuestros órganos.
Isabel Segovia, del Tesorillo:
Soy un dormitorio
¡Qué aburrimiento tengo de estar todo el día solo y no aparecer nadie! Exceptuando en la mañana, que solo aparece para hacer la cama y ordenarme.
A veces se presenta para cambiarse de ropa, ¡me pone la cama todita llena!
Este me pongo, este me quito, este no me gusta, este me queda mejor.
¡Ya se dejó la luz encendida! ¡Madre qué despistada! ¡Chiquilla, abre esa ventana que entre la luz del día! Ya la abrió... ¡Que alegría, que fresquito, cuánta ventilación!
Nada... Ya se dejó los zapatos por medio. Ahora llega la noche, toca soportar los ronquidos, vueltas para un lado y al otro, de vez en cuando algunas otras ventosidades.
Suena el móvil, el despertador.
¡Que pesadez tener qué soportar todo! Pero si no es así, estoy aburrido y paso todo el día deseando que llegue la hora para estar acompañado.
Me siento privilegiado de ser el lugar donde se pueda sentir relajada.
El mar, la mar
¡Es un placer dar un paseo por la orilla del mar!
Con mis pies descalzos, dejando mis huellas al andar.
Oír las olas chocar, mirar a lo lejos y ver su inmensidad.
Respirar la brisas frescas y su olor a sal.
Alimenta mi alma de aire puro al pasear junto a la mar.
Mar Navarro, de Estepona:
El mar
Las aguas reposan
cálidas, espumosas
bajo el puente dormido.
El mar sereno
observa al sol,
despertando dulce y ardiente
al encuentro del velero.
Con suavidad desliza
sus velas, ante la majestuosidad
del faro.
Tú luminosidad nos adentra,
y nos lleva al mar abierto.
Cómo una ventana observa
al infinito,
océano azulado.
El zapato
Llego a la tienda envuelto en una caja cuadrada, su papel suave y blanquecino me protege del exterior. Estoy apilado, todo está oscuro, soy pequeño, pero muy elegante.
Las risas de una chica, despiertan mis sentidos, creo que baja la escalera, el tintinear de su rapidez hace que permanezca en alerta. Me remueve, y siento el balanceo entre sus manos. Voy pegado a su antebrazo, el recorrido se hace eterno. Escucho, como le dice a una señora, que este es su número.
Ahora empieza mi aventura, me embargo en un largo recorrido. La salida al mundo es como el confeti en una fiesta. La alegría de ver la luz después de una absoluta oscuridad me hace fuerte.
Percibo calidez, entre sus dedos finos y alargados. Unas cosquillitas suaves me recorren todo el cuerpo. El suelo resplandece, reflejándome en él, «que porte chico, que elegante» Ahora estoy un poco prisionero, pero intento adaptarme, me giro un poco a la derecha, me asiento y piso firme. Ya me encuentro en el lugar correcto, «que alivio, por fin recuperado».
Acaricio su piel sedosa y aterciopelada, las pisadas son como una almohada de plumas. Percibo una absoluta confianza junto a la mujer hermosa que avanza por la habitación, pesa poco y eso me agrada. Me observo en el espejo, que guapo y distinguido soy.
Ambos salimos contentos del establecimiento, para empezar una andadura juntos.
Susana Mateos, de Córdoba, afincada en Sotogrande
Diario
Mira, otra vez viene. Vuelve a abrirme, me rasga con mi compañero bolígrafo. ¿Por qué ya no sonríe? No, hoy llora. Sus lágrimas caen sobre mis hojas. Saben a pérdida. ¿Qué has perdido? Me cubre con símbolos, de esos que duelen y se clavan en el alma. Me tatúa una historia que habla de su mejor amiga, que la olvidó en el recreo. Ya no son amigas. También cuenta que la mancha de su mejilla fue un golpe. Parece ser que los niños de su clase han encontrado un nuevo juego, en el que ella siempre pierde. Vuelve a cerrarme y, con un suspiro, me abraza fuerte. Y yo, con tinta y lágrimas, sostengo su dolor.
Emi Luna en “Palabreando con…”: luz entre sombras
En el último episodio de Palabreando con…, tuve el placer de conversar con Emi Luna, escritora algecireña que transforma el dolor en belleza a través de la palabra.
Finalista del Premio Ateneo de Madrid con La vida que no era y ganadora del Premio Onuba con su anterior novela, El viajante. Emi nos habló de sus libros, su pasión por el ser humano y su forma de crear personajes que respiran, sienten y duelen.
Con una prosa luminosa incluso cuando aborda la maldad, Emi demuestra que la literatura puede ser bálsamo y espejo.
Puedes ver la entrevista completa en el canal de YouTube Palabreando con...
La magia de acompañar a quienes escriben
Una no está acostumbrada a que le digan cosas bonitas y reconozcan tu trabajo, pero estas palabras me dan fuerzas (que a veces flaquean) para seguir ayudando a los escritores a pulir sus obras y ayudarlos a publicar.
Gracias Maribel Sánchez González .
Ha sido un placer leerte y ayudarte a que tus escritos tengan aún más valor del que ya tienen.
XIV Almuerzo Literario dedicado a Rosalía de Castro, Matute y Gaite
Tres escritoras. Un día. Mil maneras de vivir la palabra.
"Rosalía, Matute y Martín Gaite te esperan: ¿te atreves a escribir con ellas?
A pesar de escribir desde distintos siglos, Rosalía, Ana María y Carmen dialogan entre versos, cuentos y espejos.
Este XIV Almuerzo Literario celebra la identidad femenina, la resistencia y el lenguaje como revolución.
Con actividades para todas las edades y sentidos: talleres, lectura, música, arte... y un almuerzo y merienda digna de novela, en un paraje incomparable, Fresco Marina en Puerto Sotogrande. El 31 de mayo. Un sábado para disfrutar.
¿Te apuntas? Grupo reducido, SOLO QUEDAN 3 PLAZAS.
#palabreandotallerescritura #almuerzoliterario
Escribir para sanar, acompañar para transformar
Después de años de estudio en escritura de ficción, másteres, y una práctica constante de la escritura como herramienta terapéutica, puedo decir que todo ese recorrido está dando frutos reales. Cada vez más alumnos publican su primera novela, libros de relatos, y lo más valioso: llegan a mí por el boca a boca, por lo que otros dicen de mi acompañamiento. Y eso no se compra. Se construye.
Hoy empecé una nueva conexión personalizada con una alumna que vino recomendada. Llegó cargada de vida y dolor, con una historia durísima vivida en primera persona, muchas ideas en la cabeza y ninguna experiencia previa escribiendo. Solo traía una certeza: quería contar su historia para ayudar a otras mujeres.
Durante hora y media me compartió su vida. La escuché, con respeto y apertura. Le estructuré su biografía en capítulos, dimos contenido a cada uno, le mostré cómo podría empezar a escribir el primero. No importa si lo hace mal. No importa si se traba. Lo esencial es que siga la guía y confíe en el proceso. En unas semanas nos volveremos a conectar, leeremos lo que escribió, lo trabajaremos. Así, capítulo a capítulo, lo daremos forma. Ya incluso esbozamos un posible final.
Le escribí una frase especial, una especie de mantra, que leerá antes de cada sesión de escritura. Porque no es lo mismo inventar una historia que expulsar lo vivido en carne propia. Desnudarse. Abrirse. Sanar mientras se escribe. Será duro. Será catártico. Pero también hermoso y necesario.
Cuando terminamos, ella estaba radiante. Y yo, agotada pero emocionada. Porque lo que se viene no es solo una historia más: se avecina novelón. Y lo vamos a ver.
Podar para florecer: lo que Almudena Grandes puede enseñarnos sobre los comienzos
Uno de los errores más comunes al comenzar a escribir —y uno de los más humanos— es querer demostrarlo todo en la primera novela, en el primer cuento, en la primera página. Mostrar que se sabe narrar, describir, emocionar. Como si el talento necesitara exhibirse con fuegos artificiales. Y es natural. Todos pasamos por ahí.
Incluso autores consagrados tuvieron comienzos desbordantes. Pensemos en Almudena Grandes y su primera novela: Te llamaré Viernes. Aunque es una autora que muchos admiramos por su capacidad para construir personajes, manejar tramas complejas y narrar con hondura emocional, esa obra inicial no es fácil de leer. ¿Por qué?
Porque está escrita con exceso. Exceso de frases largas, de adjetivos, de descripciones minuciosas. La narración se detiene en cada gesto, en cada movimiento irrelevante. Para decir que un personaje sale a la calle, se nos muestra cómo se dobla la puerta, cómo baja un escalón, cómo busca una zapatilla en la penumbra. Todo con un nivel de detalle que, lejos de sumar, agota. El lector no llega nunca a la trama: se queda atascado en el barro de las palabras. Te llamaré Viernes fue, efectivamente, el primer libro publicado por Almudena Grandes, allá por 1989, aunque no es su obra más conocida.
Se trata de una novela juvenil, muy distinta al tono y enfoque de sus grandes éxitos posteriores como Las edades de Lulú (que también salió en 1989 y fue el que realmente la catapultó a la fama) o El corazón helado. Esta primera novela fue escrita como un encargo para una colección juvenil. Almudena aún no era la voz potente y política que años después nos haría llorar con los episodios nacionales del franquismo. Pero ya asomaban ciertas luces: un fuerte interés por los personajes, un estilo ágil, cierta ironía melancólica. Curiosamente, ha quedado como una obra de culto menor, un rincón casi secreto de su bibliografía. Ella misma llegó a decir en entrevistas que fue una especie de ejercicio de calentamiento, una novela que escribió con oficio más que con ambición literaria, pero que guarda con cariño por ser el primer paso de su larga marcha narrativa.
Una de las mayores críticas —y a la vez características— de, Te llamaré Viernes, es esa obsesión descriptiva, minuciosa, casi neurótica. Es como si Almudena Grandes, en su primera novela, quisiera demostrar todo lo que sabía escribir. Y lo hace con furia: adjetivos densos, frases larguísimas, una cadencia que a veces se enreda consigo misma. La narración se detiene en lo nimio, lo accesorio, y uno como lector siente que camina por un lodazal de palabras para llegar a un punto que no aparece.
Un ejemplo, imaginado, muy en su estilo:
“Se levantó de la cama con una lentitud que parecía estudiada, apoyó primero la palma de la mano derecha sobre la manta deshilachada, luego los dedos, uno a uno, como si temiera que el contacto con la tela le robara algo. Se sentó al borde, respiró hondo, tanteó el suelo con el pie hasta encontrar la zapatilla que sabía que estaba allí, pero que el polvo y la penumbra disfrazaban de duda...”
Y todo esto para decir que “salió de la cama”.
Esto ralentiza la lectura de forma agotadora, sobre todo cuando no hay aún una conexión emocional con los personajes o cuando el lector busca trama y encuentra coreografía.
Esto suele pasar en primeras novelas de autores muy dotados: hay talento, pero aún no hay medida. No hay podadora. Te llamaré Viernes es una muestra de esa exuberancia narrativa sin freno. Luego, Grandes fue templando su estilo. En Malena es un nombre de tango y Las edades de Lulú, todavía hay exceso, pero ya aparece la contención. Y más adelante, en sus novelas históricas, se vuelve otra narradora completamente distinta. SE pule a sí misma.
Pero esto no invalida la novela: la humaniza. Nos muestra a una escritora que empezaba, que todavía no dominaba la tijera. Que no había aprendido, —como todos debemos aprender—, a podar, a corregir, a dejar aire. Porque escribir bien no es hacerlo todo de golpe. Es ir descubriendo qué sobra, qué hace ruido, qué puede decirse con menos.
Así que si hoy sientes que tu texto está sobrecargado, que no avanzas, que te perdiste entre adjetivos y escenas que no van a ningún sitio: enhorabuena. Estás escribiendo. Estás empezando. Estás aprendiendo.
Y lo importante no es hacerlo perfecto a la primera. Lo importante es seguir.
Vivir para escribir, José Luis Muñoz, en Palabreando con
¿Puede un niño de ocho años escribir una novela de 800 páginas? José Luis Muñoz no solo lo hizo, sino que nunca dejó de escribir.
En este episodio de Palabreando con, charlamos con el incansable, prolífico y provocador José Luis.
Muñoz, autor de más de 60 libros, explorador incansable de géneros —del erótico al infantil, del negro al histórico— y actual director del festival literario más vibrante del Pirineo: el Black Mountain Bossòst.
Hablamos de:
• Su infancia marcada por Stevenson y Jack London
• Cómo escribió su primera novela a los 6 años
• La serie de TV basada en su obra "Los 39 Guanahaní"
• El vértigo de escribir sobre el Holocausto
• Erotismo sin vulgaridad y cuentos junto a su nieta
• Su escepticismo (muy justificado) frente a la IA en la literatura
Y claro, del amor feroz por la escritura que lo empuja a seguir publicando, soñar con Caravaggio y viajar a la tumba de Robert Louis Stevenson en la Polinesia.
Una conversación inspiradora, íntima y sin pelos en la lengua.
¡Dale al play y palabrea con nosotros!
En Palabreando, taller escritura, te enseñamos a escribir emociones
¿Y si pudieras explorar 20 emociones, una por una, a través de la escritura de relatos cortos?
Este no es solo un taller, es un viaje por el mapa emocional del alma ✍💜
📚 Taller de Emociones a través del Relato Corto
🗓 Iniciamos el 13 de mayo
🕕 Martes, 18:00 h (2 veces al mes)
💻 Modalidad online (Zoom)
📥 Inscripciones hasta el 11 de mayo: tallerescrituranrf@gmail.com
👥 Grupo reducido, solo quedan 2 plazas: para 4 personas
Una emoción. Un texto. Una puerta abierta a lo que sientes y a lo que puedes crear.
Te espero con palabras en los bolsillos.
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